Autora Dra. Susana Gabriela Perez

Médica, nefróloga, legista. International Certified Compliance Practitioner IFCA / UCEMA, máster en Neurociencias para Docentes y Diplomada en Neuropsicoeducación. Co-Directora de la Comisión de Behavioral Compliance de Asociación Argentina de Ética y Compliance. Miembro de Women in Compliance («WiC»), asesora Empresarial en Programas de Integridad. Co-Fundadora de Simplificando Compliance (Bomzuck, Pérez y Asoc.).

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Muchas veces nos preguntaremos por qué los programas de compliance no alcanzan su objetivo, y es que olvidamos tener en cuenta el factor humano.

 

El diseño de un sistema efectivo de cumplimiento legal para una organización requiere la habilidad para predecir el comportamiento humano. Es importante estudiar y entender los determinantes que llevan a una persona a comportarse en forma no ética.

Es completamente plausible utilizar los supuestos simplificadores del economista de elección racional y autointerés pecuniario para hacer estas predicciones. Pero el realismo de estos supuestos ha estado bajo ataque durante décadas (Kahneman 2016, págs. 33-48), lo que sugiere que al menos deberíamos considerar posibilidades de comportamiento más matizadas al diseñar e implementar programas de cumplimiento. Los psicólogos observan que las personas tienden a hacer trampa menos de lo que podrían salirse con la suya, incluso cuando no se les garantiza la posibilidad de detección y una ganancia financiera segura. Al mismo tiempo, hacen trampa con mayor frecuencia de lo que deberían como una cuestión ética, por razones que son una mezcla compleja de disposiciones, marcos cognitivos e influencias situacionales.

La etiqueta «cumplimiento conductual» ( o «behavioral compliance») debe acompañar al diseño y gestión del cumplimiento que se basa en esta gama más amplia de predicciones conductuales sobre el comportamiento individual y organizacional. Pues hay que introducir en todo desarrollo de programa de compliance el factor humano. De hecho, una parte central del trabajo en la psicología de la elección ética explica cómo y por qué las personas pueden comportarse de manera egoísta o engañar, pero no interpretan su propio comportamiento como malo o incorrecto, tiene una doble moral, para los demás, para ellos mismos. Si eso es así, su brújula moral (o la de su equipo) se vuelve poco confiable como una cuestión de autorregulación, una visión particularmente frustrante en el ámbito del cumplimiento: las personas buenas que hacen cosas malas (Ariely, año 2012, págs. 13-20).

La investigación en ética del comportamiento utiliza la «trampa» como palabra clave para describir lo que no es buena ética, y trata el comportamiento ilegal como una forma especialmente problemática de trampa. Muchas de las ideas del campo se relacionan directamente con asuntos legales. Además, la línea entre la ley y la ética es muy confusa, por lo que una buena ética es un objetivo digno dentro del cumplimiento, independientemente de cómo un fiscal o un abogado defensor puedan caracterizar alguna acusación. En ese sentido, la investigación de ética del comportamiento está perfectamente sincronizada con los programas de cumplimiento que buscan estar basados en valores (Tyler et al. 2008, págs. 31-51), en lugar de comando y control. Las conexiones entre la ética y el cumplimiento también son importantes para el debate sobre el equilibrio óptimo de énfasis entre la ley y la ética y sobre qué actores corporativos (por ejemplo, abogados u oficiales de cumplimiento) tienen la máxima autoridad sobre estos asuntos (Treviño et al. 1999, págs. 131-151; Langevoort 2012, págs. 71-100).

Sabemos por encuestas de oficiales de cumplimiento, también llamados compliance officers, que la ética es un tema potencialmente incómodo en las organizaciones. Las personas tienden a pensar en sí mismas como éticas, y que las disposiciones éticas se han formado a través de la religión, la educación y la cultura más amplia. Eso provoca cierto nivel de defensa cuando el tema surge en el lugar de trabajo durante una capacitación, por ejemplo. Una de las revelaciones en el uso de la ética del comportamiento es la facilidad con que las personas toman las explicaciones psicológicas al analizar el riesgo de los comportamientos poco éticos de otras personas, ya que gradualmente se da cuenta de que no podrían ser inmunes a las mismas fuerzas. Esto es clave para la autoconciencia ética, en cumplimiento y de otra manera.

 

En estos últimos años, se han publicado muchos experimentos de psicología construidos en una plataforma simple, probando la inclinación a hacer trampa que tienen las personas en circunstancias donde la detección y el castigo son imposibles. Una forma común es dar a los sujetos una prueba de cálculo basada en una matriz un tanto desafiante ofreciendo un pago dinerario a quienes aprueben el examen (Ariely 2012, pp. 24-36). La prueba se administra a un grupo de control y se califica externamente, lo que brinda a los investigadores la capacidad de ver cuál es el rendimiento honesto en un gran número de sujetos. La misma prueba se aplica a las asignaturas que se califican. Se les dice a estos sujetos van a destruir sus exámenes inmediatamente después de calificar y que deben informar el puntaje a un administrador que está en el aula, quien otorgará dinero (real) según la cantidad de preguntas correctas. Qué se observó en los resultados del trabajo, que las puntuaciones del grupo de control promedian alrededor de 4 puntos de 10 posibles. En condiciones de no detección, los auto evaluadores reclaman alrededor de 6. Una pregunta obvia, entre otras, es ¿por qué no 10, que maximiza la utilidad?, ¿por qué si ya mentían, no mentían sobre el total y en cambio, mentían “parcialmente”?

Hay diferentes respuestas posibles:

  1. Decir que se sacaron un 10 sin tener el examen de constancia, sería una forma muy obvia de decir que se hizo trampa, ya que los exámenes estaban preparados para que el 10 fuera imposible alcanzar con el tiempo dado para completarlos.
  2. Pero entonces, ¿por qué no ser completamente honesto? Una interpretación común es que las personas harán trampa por tentación, pero solo hasta el punto en que puedan mantener una autoimagen de no “tan” tramposos. Si la mente de alguna manera puede racionalizar el acto como aceptable (por ejemplo, escribí el dígito equivocado, o supe la respuesta correcta, o soy realmente mejor en matemáticas que esto), justifica por sí mismo el engaño. Si bien las pruebas de trituración son bastante objetivas, puede ver con cuánta más facilidad esto podría ocurrir frente a los estándares subjetivos de lo correcto y lo incorrecto.
  3. La mayoría opta por mantener un punto de equilibrio entre honestidad y deshonestidad absoluta. La idea básica es que la inferencia motivada permite a las personas mantener su propia imagen, mientras se persigue el interés propio de manera más agresiva, pero hasta un límite. (Ariely 2012, págs. 24-36).

Experimentalmente, ¿qué manipulaciones pueden hacer que las trampas sean más o menos probables? Ahí es donde se obtienen los resultados más interesantes en términos de cumplimiento, porque las respuestas que describen los comportamientos de la vida real en el campo podrían brindar a los funcionarios de cumplimiento una mejor oportunidad para predecir y disuadir los comportamientos de engaño relacionados con la ley donde tales fuerzas podrían ser especialmente probables.

La pregunta principal domina y aún no se comprende completamente. ¿Cuánto de esta actividad cognitiva en el momento de actuar en forma deshonesta es inconsciente? Para los experimentos de destrucción de exámenes, las «excusas» mencionadas anteriormente parecen ser bastante conscientes, diseñadas para justificar el engaño. Todos estamos familiarizados con nuestros propios esfuerzos (a veces patéticos) para resolver la culpa mediante la creación de excusas, que a veces funcionan para normalizar la actividad, pero no para hacer que la conciencia del acto problemático u omisión desaparezca por completo.

Pero, entonces, ¿por qué somos capaces de ser honestos y mentirosos al mismo tiempo?

Es común que las personas, sin ninguna mala intención y sin sufrir afección alguna, creemos historias. Incluso quienes consideran que jamás lo harían a menudo fabulan especialmente a la hora de argumentar los motivos por los cuales han actuado de una manera determinada. Johansson, de la Universidad de Lund, pudo observar juntamente con sus colaboradores que estas interpretaciones que hacemos de la realidad son en muchos casos solo meras invenciones de las que ni siquiera nos damos cuenta. Para probar esto, el experimentador le mostró a un grupo de hombres examinados fotos de mujeres jóvenes y les pidió que escogieran a aquella que les resultara más atractiva de todas. Tras la elección debían explicar los motivos de su decisión (Johansson, 2005, págs 116-119). Lo que no sabían los participantes del estudio era que Johnason, sin que se dieran cuneta, les cambiaba la fotografía seleccionada con disimulo, de manera que estos no sospecharan que se llevó a cabo tal truco. Solo un tercio de los sujetos se dio cuenta del cambio, pero los otros 2/3 no tuvieron ninguna duda a la hora de justificar su decisión.

 

 

Por qué no hacemos lo correcto y qué hacer al respecto, la ética conductual busca entender cómo «las personas realmente se comportan cuando se enfrentan con dilemas éticos” (Server, 2015, págs. 75-81):

– Las personas a menudo hacen predicciones inexactas con respecto a cómo responderán a un dilema ético, y las decisiones en realidad se toman mucho más por el «deseo de uno mismo» que por el de «uno mismo debería».

– Varios procesos de la vida cotidiana contribuyen al «desvanecimiento ético», que disminuye las dimensiones éticas en la toma de decisiones.

– Los “sesgos de recolección” posteriores a la decisión contribuyen a la desconexión moral.

– Los «sesgos de resultados» nos permiten ignorar la mala toma de decisiones si produce resultados deseables, lo que puede alentar la toma de decisiones malas en el futuro.

– Los intereses adquiridos pueden dificultar abordar situaciones sin prejuicios, incluso para personas honestas.

– Las mentes sobrecargadas (ocupadas) tienden a ser particularmente vulnerables al compromiso ético.

– Existe una tendencia poderosa a descontar demasiado el futuro, lo que puede tener serias implicaciones éticas cuando obliga a otros a pagar sus propios errores.

– Las pendientes resbaladizas conducen a una «ética limitada» con respecto no solo a la propia conducta sino también al notar el comportamiento poco ético de los demás.

– La «ceguera motivada» también contribuye a que no nos demos cuenta de las malas acciones de los demás.

 

Por supuesto, a partir de su trabajo diario, los profesionales de compliance, estarán familiarizados con algunos, y posiblemente muchos, de estos fenómenos. Pero, hay una gran diferencia entre saber algo anecdóticamente y poder probarlo con datos. En mi opinión, este conjunto de conocimientos ayuda a demostrar que, en ausencia de una asistencia significativa, las empresas no pueden estar razonablemente seguras de que sus ejecutivos y otros empleados harán lo correcto en sus trabajos.


 

Bibliografía y Lectura sugerida:

  1. Dan Ariely, Por que mentimos, en especial a nosotros mismos. La ciencia del engaño puesta al descubierto. Año 2012. Editorial Paidós.
  2. Daniel Kahneman, Pensar rápido, pensar despacio, año 2016, Editorial Debate.
  3. Tyler, Tom, John Dienhart and Terry Thomas. The Ethical Commitment to Compliance:Building Values-based Cultures. California Management Review, 50, 31-51, año 2008.
  4. Treviño, Linda Klebe, and Gary Weaver, David Gibson and Barbara Toffler. Managing Ethics and Legal Compliance: What Works and What Hurts. California Management Review, 41, 131-51; año 1999.
  5. Langevoort, Donald C. Monitoring: The Behavioral Economics of Corporate Compliance with Law. Columbia Business Law Review, 2002, 71-117. Año 2002.
  6. Ovul Sezer, Francesca Gino and Max H Bazerman,  Ethical blind spots: explaining unintentional unethical behavior,  Current Opinion in Psychology 6:77–81, año 2015.
  7. Johansson P, Hall L, Sikstrom S, Olsson A. Failure to detect mismatches between intention and outcome in a simple decision task. Science. 2005;310(5745):116-119. doi:10.1126/science.1111709
  8. Sever et al; Book: Human behavior and ethical dilemma. año 2015, págs. 77-81.

 

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DRA. SUSANA GABRIELA PÉREZ


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